junio 01, 2006

Me gustaría saber quien es el.
Siempre me ha llamado la atención la gente ajena al resto, encontrándose consigo misma en su propio mundo, y que por lo usual son tan distintos a la convención impuesta al moderno ser humano tan de mundo, tan bohemio, tan cosmopolita.

Me atrae porque tiene el humor del que vive sumido en su propio universo, bueno, cada quien teje en la inmensidad de sus historias un universo paralelo al resto, su propia historia. La historia de el me la imagino plagada de fotos, la mayoría en blanco y negro, con música de Debussy en el fondo, o tal vez tangos lejanos perdidos en los recovecos de la memoria. Sentado a cualquier hora en una de esas mesitas de madera oscura, las que tienen los bordes perfectamente pulidos con un libro de Mishima y un cigarro blanco, el infaltable cortado y acompañado del recuerdo de una mujer extraña, la que se inventó una noche de historia.

Mi querido extraño tiene el cabello rojo, ondulado y la mirada oculta tras un par de anteojos que le hacen parecerse a Woody Allen.
Ayer que lo ví después de mucho tiempo, como siempre, estaba ocupado y muy serio. Cada vez que lo he visto siempre ha tenido esa expresión de seriedad que me desconcierta.

Hoy contestó el teléfono donde estaba esperando me cobraran un libro innecesario, así que pude verlo más de cerca.

Hola le dije, he traído el lapicero que me prestaste ayer, se me olvido devolvértelo.
Gracias respondió, extrañado. Una sonrisa de educación escapo de sus labios ocupados en contestar la llamada de trabajo que atendía en ese momento.

Walter,así se llama. Lo sé porque desde la recepción de la librería gritaron su nombre para que atendiese la llamada en cuestión.
Me invento porque me divierte y porque es bueno hacerlo siempre o de vez en cuando, así que por su acento doy por sentado que es uruguayo.

Al llegar quedé fascinada con la sala de libros antiguos. Desde afuera se siente el olor de la historia, ese olor que pica un poco en el paladar como un vino añejo. También desde afuera pude ver unos cuantos incunables, un astrolabio y hasta mapas antiguos, una brújula y libros empastados seguramente en cuero de cordero no nato.

Me gustaría entrar a ver que tienes en esta sala.
Está cerrada, me dijo.
Ya lo sé, pero por eso mismo quisiera ver de cerca que libros tienen.

No ví nada. Olvidé por un momento porque razón estaba ahí, y me distraje con el gato que han adoptado. Tilsa, así se llama la gata, me hizo tantos mimos y guiños felinos que me sentí feliz recordando cuanto amo a los gatos.

Te gustan los gatos?, preguntó. Lo ví sonreir, pero más que una sonrisa era una expresión desmedida de superación de la timidez.
Si, he tenido varios, pero ahora he adoptado un perro
Qué pasó con los gatos?
Bueno, ya no los tengo.
Eso que estás haciendo ahora es justamente lo que Tilsa necesita. Le encantan los mimos.

Me senté en una silla incómoda con una mesita de tablero circular, de madera oscura, tallada sin cuidado.
La gata se posó sobre mis rodillas y no dejó de ronronear un minuto.
Ví varios libros, no me concentré, no pude. Me distraje pensando en su cabello rojo, en su boca fruncida, en su paso acelerado, dando zancos largos, rápidos y fugaces.

Hoy volví para devolver el lapicero.
Lo único que sé sobre el es que se llama Walter.

(Tránsito 05)