mayo 13, 2006

III

Cuánto extraño las veladas que no suceden
que están perdidas en la próxima hora;
esa que llega nunca

Cómo extraño la palabra oportuna confundiéndose en el ruido del silencio,
la risa contagiosa, la carcajada sin sentido,
las luces del amanecer que nunca fueron para nosotros;

Y el humor de la madrugada compartida

La mirada transparente y confiable,
una boca pequeñita para repasar en las noches

Y crecer contigo aunque me tenga que poner en puntas de pies.

Cómo extraño no extrañarte porque no te encuentro
en esa punzada cómplice del estómago
en los muchos argumentos para no decir nunca
o siempre.

Cómo te extraño desde la punta de los dedos de mis manos
hasta el último resquicio de insensatez
de mi vida sensata y ordenada,
porqué me convertí en madre postiza,
adormecida en el cansancio,
ciega en ceguera blanca, de atrofiado olfato,
estúpida por la fuerza de la costumbre.

Sola, sosteniendo con todas las fuerzas el último aliento
ese que mezclándose en rabia, crece y me domina.
La rabia como último argumento, como punto final
para un final que no tuvo principio.

1 Comments:

Blogger Miriam said...

me encanta este.
me siento siempre estupida por la fuerza de la costumbre.
y melancolica por la fuerza de gravedad.
saludos.

13:50  

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