noviembre 30, 2006

Emilio se ha ido de la casa

No importa cuanto tiempo pasé, no importa cuanto envejezca y que tan cascarrabias me vuelva, no importa mucho porque seguiré llorando y riendo por casi las mismas cosas que ahora me hacen llorar o reir.

Lloraré cuando vea un animal herido y no sepa que hacer, un niño sin zapatos caminando por la calle a las 11 de la noche, lloraré cuando recuerde a mis amigos que están lejos a los que no veo hace mucho tiempo, lloraré por esas cosas que me hicieron daño o bien, porque no siempre llorar es por estar triste, lloraré cuando escuché Black Bird por lo que significa para mi, o el Miserere Meu Deus.

Y me reiré cuando recuerde la cara de Nelson diciéndome que como me iba a dar un beso si acabábamos de comer yuquitas, cuando recuerde todas las madrugadas en la agencia con mi jefe el más demente de todos los que puedan existir hablando incoherencias sin mediar descanso, o a mi hermana disfrazada de bob esponja en una fiesta infantil para ayudar a una amiga, pero hoy, justo hoy, tengo ganas de llorar porque mi gato se ha ido de la casa, y eso me da mucha tristeza.