mayo 13, 2006

III

Cuánto extraño las veladas que no suceden
que están perdidas en la próxima hora;
esa que llega nunca

Cómo extraño la palabra oportuna confundiéndose en el ruido del silencio,
la risa contagiosa, la carcajada sin sentido,
las luces del amanecer que nunca fueron para nosotros;

Y el humor de la madrugada compartida

La mirada transparente y confiable,
una boca pequeñita para repasar en las noches

Y crecer contigo aunque me tenga que poner en puntas de pies.

Cómo extraño no extrañarte porque no te encuentro
en esa punzada cómplice del estómago
en los muchos argumentos para no decir nunca
o siempre.

Cómo te extraño desde la punta de los dedos de mis manos
hasta el último resquicio de insensatez
de mi vida sensata y ordenada,
porqué me convertí en madre postiza,
adormecida en el cansancio,
ciega en ceguera blanca, de atrofiado olfato,
estúpida por la fuerza de la costumbre.

Sola, sosteniendo con todas las fuerzas el último aliento
ese que mezclándose en rabia, crece y me domina.
La rabia como último argumento, como punto final
para un final que no tuvo principio.

mayo 12, 2006

Hoy quise escribirte.
Me dieron ganas y busqué tu recuerdo en mi memoria, para ser cuando menos diplomática en mi misiva, pero lo que encontré me provocó archivar todas tus memorias en la seccion de cosas olvidadas.

Hice la prueba, - por si acaso sentía algo -, y grité tu nombre muy fuerte, lo más que pude.
Lo hice, de pie al lado de la ventana; rápido y sin verguenza.

La señora que vive abajo, asustada, dejó de regar las plantas.

El hombre del carrito verde que vende manzanas acarameladas, y que siempre pasa por acá a las cuatro de la tarde, grita más fuerte, más claro, pero nunca más intensamente que yo.

Grité bien fuerte, bien alto, bien claro.
Y no sentí punzadas, o escalofrios prestados.

Escapaba de mis labios como el eco escándaloso que es ahora, y lo sentí como papel arrugado.
De mis pulmones, saliendo de a pocos primero, rápido enseguida, con prisa, y a empujones finalmente, el aire contenido escapaba.

Intenté deletrearlo como aprendiz de lector, lo quise sentir con la punta de la lengua, con todo el paladar, con la garganta entera, pero ahora su reverberación carece de sonido.
Consonante / vocal / vocal /consonante.

La señora que riega (un jardín sin manzanas), en silencio, pegó un brinco.
Me quedó viendo con ojos de rencor y con la manguera en la mano, intentó salpicar realidad a mi fonética alucinada.

Una noche te dije: Ven, vamos a gritar.
Me miraste, (fue la última noche), con cara de sobresalto,

-Ahora no, no quiero, no puedo, como la señora y su manguera de la realidad, que obstinada, intenta salpicar mi ventana desde su silencioso jardín sin manzanas.

Hoy amanecí sintiéndome horrible

Hoy amaneció todo gris, las calles, las ventanas y hasta la gente. Parecía una película en blanco y negro.
Me jode no poder caminar, me jode mucho porque todo se me hace más complicado, y de por si, yo ya soy complicada.

mayo 08, 2006

Uno y Dos

Ocasionalmente se encontraban Uno y Dos, ( que sabían como pasarla bien , sin ser molestados por Tres), y cuando lo hacían, discutían sobre la importancia de ciertos acontecimientos, como por ejemplo, el hecho de haber encontrado en la puerta de una iglesia, una noche de luna llena, un gato al que luego llamarían Fausto, y que a los seis meses de convivir con ellos, escaparía por la ventana del baño de la casa de Uno, no sin antes dejar una nota donde le agradecía a Dos, la experiencia de haber sido ¨semi-domesticado¨, pero que en realidad prefería mil veces la libertad, aunque esta significase morir en su ley, la ley de un gato independiente y algo desgatizado.

El hecho es que siempre le suceden cosas tanto a Uno como a Dos.

- Oye Dos, ¿sabías que todavía sueño con Pancha?

- No me digas Uno, (que en realidad quiere decir, cuéntame tu sueño por más extraño y absurdo que este sea ).

Pancha era la muñeca que tuvo Uno cuando era muy pequeña, y que en ciertas ocasiones en sueños, era raptada por un grupo de hombres vestidos de gris y corbata.
En esos sueños, Uno corría, mordía y perseguía (y era perseguida) por ese grupo de hombres insensatos y desalmados que intentaban alejarla de su infancia, que bueno, podía aún vivir durante la inconciencia nocturna.

Al grito de PANCHA NO!, Uno se despertaba sudorosa, asustada ( y asustando a Dos). Se sentaba en la cama y lloraba como una niña chiquita.

Cierta noche sin luna y sin estrellas, Uno se quedó a dormir en casa de sus padres, y tuvo el sueño recurrente de ser perseguida con Pancha en sus brazos.
No es necesario contar que los padres, hermanos, el perro, el gato y el hamster despertaron en conjunto al grito guerrero de PANCHA NO!. Como ya casi amanecía, no pudieron dormir más y se sentaron todos a jugar pictonary. Esto hizo muy feliz a la hermana de Uno.

Alguna vez Uno y Dos vivieron juntos, sólo un tiempo, no dos, porque la convivencia en ocasiones más que compleja, es imposible. Razones de sobra para justificar su separación, como estas, son las que se esgrimían a la hora de hacer a un lado cualquier arreglo que salvase semejante pérdida:

Uno: es muy extrovertida
Dos: bastante huraño.

Uno: tiene apego a los sueños, la poesía y retos de alto riesgo.
Dos: prefiere las cuestiones prácticas, ortodoxas y lo menos iconoclastas posibles.

Uno: tiene sueño durante el día, y frio en la noche
Dos: todo lo contrario.

Al parecer un cuestionario de alternativas incompatibles, decidieron un buen día separarse por el bien de ambos, y por no afectar a terceros, (amigos, parientes y mascotas), sólo se encontraban ocasionalmente para hablar de proyectos disimiles, concretos o imposibles, contar sueños nuevos o los ya repetidos de Pancha, y cualquier otra situación que los hiciese recordar (aunque sea vagamente) las razones por las que siempre, aunque no funcione a todas luces, seguirán juntándose por toda la eternidad Uno y Dos.

mayo 07, 2006

Oráculo

Ayer fui a ver a una bruja.

Hoy estoy pensando en lo que me dijo.

Dijo, por ejemplo, que tengo mal carácter.
Dijo también, que soy posesiva, demandante
y un poco loca.
En realidad, no sé para que fui a ver a una bruja;

No sé para que crucé la ciudad,
No sé por qué trepé a un carro repleto de gente
que me miraba con cara de pocos amigos.

Pagué con sencillo pe’ señorita

No sé cuanto sencillo tenía.

No sé en que momento bajé en medio de la nada
y caminé sin dudar, que debía ser esa la casa,
esa la puerta, ese el timbre,
que tenía que ser ese el lugar donde vive una bruja.

No sé aún porqué toqué el timbre,

Tampoco porque asomó ella, (la bruja)
por una ventana (de casa normal)

Y me hizo una señal

Sube, estaba esperándote.

Entonces, supe que tenía que subir
unas desgastadas escaleras de mármol blanco
que como dientes manchados, me mostró
la entreabierta puerta.

Supe que debía hundirme
en la oscuridad del pasadizo
que me llevaría hasta un manojo de cartas
(nuevas, pero no de estreno),
para que ella, la bruja, detrás de las cartas
me diga lo mismo,
que suele decirme todo el tiempo el espejo.

Paralelos

Ariana escribió una carta para Marco; una carta donde le contaba porque razón primero se enamoró de él, y segundo, también porque razón se había desenamorado.
Ariana veía la relación que compartían hacía un año, como una fila de fichas de domino, y el momento exacto en el que la última golpeaba a la primera y todo se derrumbaba como por arte de la gravedad, como la alegoría perfecta para describir el final de la relación que compartían más por costumbre que por cualquier otra cosa.

Marco intentaba, por su parte escribir, para Ariana otra carta, sin retórica, con tachones y remiendos.
En ella le contaba como se había enamorado perdidamente de sus ojos marrones, de su risa loca, de sus historias inverosímiles, y también porque debían seguir juntos a pesar de los tropiezos y caídas, meros juegos de la gravedad. Le decía también (en un esfuerzo intelectual), que sentía que a pesar de su fragilidad aparente, los castillos de naipes pueden soportar embates si saben sostenerse.

Marco era medio bestia para dar ejemplos y crear figuras literarias.

Ariana había terminado su carta, y con toda la lentitud del mundo, un poco por la tristeza y otro porque hacía mucho frío, iba a casa de Marco para dejar su confesión por escrito por debajo de la puerta.

A esa misma hora, Marco aún no sabía como recomenzarla, y ya había roto y tirado al tacho por lo menos medio paquete de papel a4 texturado.