marzo 02, 2007

Nicolas De La Cruz

Me dijeron que estabas en mi barriga hace ya cinco meses.

Tremenda sorpresa para tu padre y para mi.


Primero nos asustamos a morir, creíamos que era muy pronto para que vinieras a vivir con nosotros, que los planes que teníamos para los próximos meses (como casarnos por ejemplo) se iban a postergar indefinidamente, o que irnos de viaje sería sino imposible por lo menos difícil.


Esa mañana del 02 de octubre, compramos dos pruebas caseras para el embarazo.


Encerrados en el baño de la oficina, le decía a Nelson que me parecía raro sentirme tan mareada y cansada, asumí que era por el trabajo de las últimas semanas, pero también tenía el presentimiento de que algo en mi estaba cambiando.


- No te estreses, vamos a ver que pasa.

Tu padre suele manejar las cosas con bastante calma y lógica, pero para mi ese momento, el estar sentada frente a un espejo de baño esperando a ver como cambiaba de color primero una prueba y después la otra, no podía ser sino una prueba para mi fe.

Estaba desesperada por saber el resultado.
Parte de mi deseaba con todo mi corazón que diera positivo, pero la otra parte estaba realmente asustada.

Me senté, no podía siquiera mirar a tu padre a los ojos, no me atrevía a levantar la vista del suelo. Quería llorar, pero también quería reirme.

Primera prueba, ambas líneas marcaron positivo.
Segunda prueba, ambas líneas marcaron positivo.

El corazón me latía de una forma que dolía un poco

-En este momento nos vamos a la clínica, le dije a tu padre.

No recuerdo que paso en el trayecto, o que vi por la ventana del auto, no recuerdo nada, sólo que entramos por emergencia y le dije al médico que necesitabamos saber si estaba o no embarazada.

EMBARAZADA!

E M B A R A Z A D A!

E M B A R A Z A D A!


El médico me dijo que tenían que sacarme una muestra de sangre para confirmar cuanto tiempo de embarazo tenía.

- Osea que si estoy embarazada?

- Hay que esperar primero veinte minutos para ver si es positivo y luego 15 minutos mas para ver cuanto tiempo tiene de gestación.

Alguna vez en tu vida, cuando estés grande, seguramente entre muchas otras cosas cuando algo te preocupe demasiado sentirás que flotas, y no es que estés borracho o que te hayas fumado algo, no, esto se llama ansiedad, o tal vez el hecho de estar en esa sala de emergencia con tanto medicamento hizo que experimentara esa sensación.

Flotaba en esa sala, sentía que me había desdoblado sin siquiera haberme quedado dormida. Veía todo desde arriba, desde el techo de la sala de emergencia, nos veía a tu padre y a mi hablando, me veía a mi misma llorando.

Habían pasado diez minutos, sólo diez, me hubiese gustado que me sacaran toda la sangre si con eso el resultado de la prueba estaba listo más rápido, pero igual tuvimos que esperar con papá sentados en una camilla de color gris.

Lloré, primero bajito, luego más fuerte y después de eso se me caían los mocos sin control.

No flotaba más.

Le dije a tu padre que no tenía idea de nada, que no había sido mi intención salir embarazada, que hasta ese momento creía que no podía tener bebes sino con un tratamiento, en fin, dije un montón de cosas sin sentido, pero creo que papá no escuchaba lo que le decía sino que pensaba en lo que sucedería después.

Tu padre tiene la filosofía de no llorar por lo que ya está hecho, piensa que lo mejor es encontrar una solución para lo que ocurra, asi que me consolaba diciendo que no había forma que el resultado no fuese otro sino positivo, porque ya había dado positivo en las pruebas de la oficina. Me decía todo esto mientras sostenía mis manos entre las suyas y me miraba directamente a los ojos. Si el no hubiese estado ahí conmigo seguramente me hubiese hecho la fuerte como siempre para no llorar, así que me abracé muy fuerte a el, no quería soltarlo, quería esa sensación que se tiene de niña buscando la protección de un abrazo fuerte para sentirme segura. Si, también los adultos necesitamos saber que hay alguien ahí para protejernos.

Lloraba de rato en rato, recordaba que sólo una semana antes les contamos a tus abuelos que habíamos decidido casarnos. La cara que puso tu abuelo cuando le decía esto papá no creo que pueda olvidarla alguna vez.
Era verdad que nuestra relación teníamuy poco tiempo, pero ambos sentíamos que el siguiente paso era casarnos si ya vivíamos juntos.

Ambos habíamos tenido relaciones anteriores que no funcionaron, algunas un poco más largas que otras, sin embargo, y a pesar del corto tiempo que teníamos juntos, sabíamos que era lo que queríamos, y eso era estar juntos.

-Está bien, hijos, las decisiones que ustedes tomen siempre serán respetadas por nosotros.

La bisabuela Rosa estaba en ese almuerzo, cuando tu abuelo Abel le preguntó que opinaba de nuestra decisión, sonriendo como suele hacerlo, dijo que le parecía muy bien, pero que no nos demoráramos mucho porque también quería ver a su bisnieto. Todos en la mesa nos reímos. Tu abuelo Abel le dijo que no exagerara con el tema.

Una semana después estábamos en esa camilla gris esperando a que nos trajeran un resultado que sólo se podía leer a través de un microscopio, como si en mi sangre hubiesen bebes chiquititos dando vueltas, flotando, entonces el médico asumíría que si, que si estaba embarazada.

No pasaron 15 minutos, esperamos una hora.

El médico que nos traía el resultado parecía el actor que hace de médico en las películas de hospital, ese personaje que viene con una sonrisa grabada en el rostro para darte una buena noticia.
Todo la acción hasta ese momento en tiempo real pasó a cámara lenta, el médico con su mándil blanco, corriendo la cortina gris a juego con la camilla, sus pasos retumbando contra el piso también gris y mi corazón latiendo como si fuese a reventar en mil pedazos, papá mirando de frente, sentía que el sudor se había congelado en mi frente.

Cinco semanas señora, señor.
Un niño siempre es una bendición.

No había acabado de decir esta última frase cuando todo volvió a su velocidad real. La cara del actor-médico se iba transformando en una mueca de desconcierto mal disimulado.

-Si doctor es una buena noticia, es sólo que no esperábamos que fuera tan pronto, dije.

Recién en ese momento pude levantar la vista del suelo y buscar los ojos de tu padre.

Lo que ví me dió las fuerzas para tranquilizarme y saber que no estaría sola. Tu padre lloraba.

Nelson siempre estuvo ahí, desde el día uno de la relación, esperándome con los brazos abiertos por si necesitaba sujetarme a el, dando muestras de una madurez y responsabilidad que no había conocido antes en ningún otro hombre.

Una vez me dijo que si uno se junta con otra persona para crecer significa que están sumando, si las cosas no marchan bien, pero a pesar de todo quieres arriesgarte, entonces estás sumando, si hablas y dices lo que sientes, sumas, pero si no estás dispuesto a crecer, a arriesgar, a decir lo que sientes entonces todo se reduce a una simple resta.

Cada vez que tu padre me mira sé que lo amo un poco más, que quiero envejecer con el, y que no sólo lo necesito sino que además lo respeto y admiro. Esa mañana, mientras el tiempo se detenía a mi alrededor entendí algunas cosas que hasta entonces mi vida no me había mostrado. Un hijo era la última señal de tres que tenía para entender que hay más, siempre.
Por primera vez entonces me toqué el vientre sabiendo que tu ya estabas ahí, muy chiquitito, totalmente imperceptible, te dije que no te iba a dejar solo, que tal vez no sería una madre convencional ( porque no lo soy), pero que iba a hacer todo lo que fuese necesario para que tu estuvieses bien, para que papá, tu y yo seamos lo más felices posibles.

Febrero 07